Mágico tenedor
Johana era una chica muy diferente a las
demás, no era la clásica adolescente con tops, pantalones ajustados y pendiente
de las revistas de moda. Tiene un carácter duro algunas veces pareciese
insensible, tenía una personalidad muy fuerte, muchos la tiraban de insoportable,
visionaria a su manera pero de familia muy poderosa siempre conseguía lo que
quería y todo estaba al alcance de sus manos.
Atesoraba todas sus riquezas y no le gustaba
compartirlas con nadie, su nivel de avaricia era impresionante. Johana llevaba más de una semana
con pesadillas muy recurrente, soñaba que
se quedaba en la quiebra. Una de esas noches, despertó muy asustada y exaltada.
- Esto no puede ser real - se dijo así misma.
Johana levanto la mira y entre
la penumbra observo a un sujeto que le respondió –Si puede ser verdad Johana
Valdivas.
- ¿Cómo sabes mi nombre? –
respondió
- El extraño ser le contesto –
Escúchame bien Johana, los sueños que tuviste esta semana, es una proyección del miserable futuro que te espera.
Te obsequiare una llave mágica, la
próxima vez duerme y colócala bajo tu almohada. Tu misión; cambiar el aterrador
futuro que se aproxima. Acto seguido se desmayó de la fuerte impresión del ser,
aunándole todo lo espantoso que le advirtió de su cercana vida.
La noche siguiente, se llevó
la llave consigo y la coloco bajo la almohada como se le había recomendado, de
repente despertó y estaba ahí en su mansión, no sabía si realmente era un sueño
o estaba despierta.
- Johana - se escuchó a lo lejos
- ¿Mamá? - respondió
Johana
- Estoy arriba hija, ven.
- ¿Qué es lo que te pasa
madre?
- Voy a morir dentro de poco y
quiero que cumplas mi última voluntad, deseo que dones todos mis órganos. Ya
está decidido y prefiero salvar la vida de estos chicos.
- ¿De que estas hablando
madre? Voy a buscar la manera de que estés mejor.
- Todo este dinero no va a
lograr salvarme hija.
- No mamá por favor -
Respondió entre lágrimas y con un fuerte nudo en la garganta,
De repente se escucharon ruidos en la cocina, bajo
lenta y cautelosamente. –Quien anda ahí – respondió. A llegar y entre la
oscuridad busco al posible sospechoso. Se sorprendió al contemplar un cofre
adornado con los más finos diamantes. Johana se acercó y con la llave lo intento abrir. Cuando lo abrió encontró un
extraño tenedor de apariencia antigua con una curiosa nota.
Este tenedor te cumplirá un
deseo, pero tendrás que tomar una sabia decisión ya depende de esto tu futuro.
No lo tomes a la ligera, tenía claro el deseo que iba a pedir salvar a su madre
y en ese preciso momento apareció el extraño ser impidiéndole terminar.
-Johana ¿sabes realmente quien
soy yo? – Pregunto
- No, quien eres, dilo de una
buena vez.
- defiendo las causas justas,
si bien lo recuerdo tu madre te pidió un último deseo. ¿Qué es lo que realmente
prefieres? Salvar a tu madre o salvar la vida de más personas.
Johana quedo totalmente
petrificada, como le puede cuestionar esto. ¿Qué salve a los demás? Que
estupidez. ¿Por qué habría de salvar personas que no conozco?
Te lo dejo en tus manos
Johana, tienes hasta pasado mañana para tomar una decisión. Entonces despertó
totalmente pasmada.
A la noche siguiente tuvo otro
sueño muy distinto a los demás. Se encontraba en una casa muy sencilla, humilde
y cálida a lo lejos aprecio a una chica sentada en un sillón viejo y sucio. De
repente comenzó a llorar le reclamaba a Dios sobre su discapacidad, su madre se
acercó y le dio un fuerte abrazo dándole palabras de aliento y consuelo - Mamá ¿porque
cancelaron el trasplante?
A Jhoana se le enchino toda su
piel, en un instante el extraño ser apareció de nueva cuenta y le dijo, ella es
Cristal hace dos años tuvo un accidente y perdió la visión afortunadamente
existe una solución, necesita un trasplante de córnea con urgencia de lo
contrario perderá la vista totalmente. Mismo que ya autorizo tu madre pero al
parecer alguien se opuso y cancelo todo el proceso.
Ahora acompáñame, él es
Israel. El chico aparentaba unos 26 años, se encontraba sentado en una banca de
madera de un parque. Te hace bien respirar aire fresco - Respondió una joven
hermosa, figuraba de la misma edad. Ella es Amelia y es su esposa.
A Israel le detectaron una
extraña enfermedad y necesita un trasplante de corazón lo antes posible. Jhoana
escucho la conversación de Israel, pero que clase de persona se arrepiente de
no donar algo que probablemente salve mi vida. En ese instante Jhoana se
desplomo, sentía una gran responsabilidad en sus manos. Por un lado su madre y
por otro lado la vida de varias personas.
El ser le advirtió que le
quedaba un día para pedir el deseo. Se le acaba el tiempo y aun no sabía qué
hacer. De pronto pensó, si mi madre fuese la que necesitara de un órgano, no me
gustaría que se arrepintieran, sentiría mucha impotencia solo pensarlo.
Por fin había llegado la hora de decidir, estaba
ahí con el tenedor que lejos de verlo como algo mágico era todo lo contrario y
entonces contesto: quiero salvar la vida de las personas aunque sé que voy a
perder al ser que más amo pero estoy respetando la última voluntad de mi madre
y evito el sufrimiento por el que está pasando. Decido ayudar a los demás y
realizar el más bello acto de amor. De repente un destello de luz nublo la
vista de Johana y despertó justo donde
comenzó todo en su habitación.
Corrió a buscar a su madre y
le dio un fuerte y apretado abrazo, le dijo lo mucho que la amaba, a su mamá le
extraño tan delicado acto pero estaba tan contenta de que así fuera. E incluso
en la escuela sus compañeros notaron un cambio radical en Jhoana, se mostraba,
más radiante, comprensiva, solidaria le dejo de importar lo monetario y decía
que solo se vive una vez. Desde aquel entonces aprovechaba cada día, hora y momento
con las personas que la rodeaban.
El extraño ser le dejo una
nota en su habitación que decía: querida Jhona he notado tu cambio, me da mucho
gusto que al fin comprendiste que la vida que tanto profesabas no era el camino
correcto y decidiste crecer como persona. Pasaste la prueba, te felicito.
En el rostro de Jhoana se reflejó una hermosa
y radiante sonrisa, su semblante tenía una luz especial que nadie podía apagar.
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